
Hábitat y origen de Quiba en Ciudad Bolívar
El hábitat y uso de la tierra en Quiba, actualmente constituye parte de la localidad 19 ―Ciudad Bolívar― de Bogotá, y refleja desde su fundación la migración interna desde varias regiones.
Quiba se encuentra en la localidad 19, la cual toma su nombre en homenaje al libertador Simón Bolívar en el bicentenario de su natalicio el 7 de septiembre de 1983 mediante el acuerdo 14 donde se crea la alcaldía menor y se definen sus límites, al norte con la autopista sur y la localidad de Bosa, al occidente con el municipio de Soacha, al sur con la quebrada Guaduas y la localidad de Sumapaz y al oriente con la localidad de Tunjuelito y Usme desde el embalse la Chisacá hasta el embalse la Regadera.
Esto se realizó con el fin de implementar acciones gubernamentales fundamentadas en recursos internacionales para su desarrollo urbano con énfasis en la superación de la pobreza.
Transformación de Quiba a lo largo de la historia
Sin embargo, para la época de 1570 este territorio tenía el nombre de “Selvas de Usme” pues comprendía un vasto tesoro natural de fauna, flora y fuentes hídricas provenientes del páramo de Sumapaz y sus nacederos propios que han venido desapareciendo por procesos de poblamiento y explotación de sus recursos.
Aquí mismo existen evidencias como pinturas rupestres sobre las piedras de Quiba y la cueva de los indios en la vereda de Pasquilla, que demuestran que el territorio fue habitado por tribus muiscas como los Suatagos, los Cundáis y los Usmes gobernados por el cacique Sagüanmachica, quienes libraron grandes batallas por la defensa y expansión territorial, en especial contra las tribus panches y los invasores españoles que a mediados de 1538 impusieron un sistema económico basado en explotación esclavista, generando daños al paisaje natural y la cultura de estos pueblos.
Cambios en la propiedad de la tierra y desarrollo de barrios e industrias
Posterior a la invasión y colonización española, las tierras arrebatadas a los caciques muiscas se repartieron en grandes haciendas como botín de guerra, las más nombradas son Casa Blanca, Meissen, la Camelia, La María y la Fiscala, que con el pasar del tiempo se fueron parcelando, seguidas por la aparición de los primeros barrios en la década de los cincuenta: Meissen, Lucero Bajo, San Francisco y La María (Alcaldía de Ciudad Bolívar).
Crecimiento demográfico y migración hacia Ciudad Bolívar
Los dueños de las haciendas y sus cuidadores dedicaron estas parcelas a la agricultura, pero con el transcurrir de los años fueron perdiendo su carácter agrario y los terrenos empezaron a ser comprados a mediados de 1950 por empresarios que veían en ellos la posibilidad de construir sectores industriales.
Se desarrolla entonces el saber artesanal de los primeros habitantes de la localidad, quienes encuentran en la composición arcillosa del suelo la posibilidad de sustento para sus familias, a lo cual, los mayores propietarios de la tierra y los medios de producción inician el súbito negocio de las ladrilleras, cementeras y canteras, grandes extractoras de arena, arcilla y mixto hasta hoy día.
Impacto de la violencia y migración en la configuración urbana
Luego, a partir de los años sesenta algunos trabajadores de este sector industrial vieron en la parte baja y plana de la localidad el potencial de tener su vivienda cerca a su lugar de trabajo y así comenzaron a generar procesos de habitabilidad. De esta manera se empieza a establecer una dinámica residencial más amplia, recibiendo a aquellos que migraron a Bogotá, identificando en este territorio un entorno apropiado para asentarse.
Problemas de expansión urbana y desarrollo informal
Es entonces, cuando en Colombia empieza a acrecentarse la violencia a raíz del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán y el recrudecimiento de la guerra interna, empiezan a desplazarse gentes de diferentes partes de Colombia hacia Bogotá, familias enteras que huyen de la violencia y encuentran en este espacio un lugar similar a sus sitios de origen, donde también encontraban oportunidades laborales en las canteras y zonas de explotación de materiales de construcción.
Es en este momento cuando la localidad empieza a crecer demográficamente de manera desenfrenada y sus suelos empiezan a recibir un nuevo uso, residencial. De ahí que, en los últimos 25 años el territorio ha sido presionado con procesos de expansión urbana, la construcción de infraestructura vial y educativa, la proyección del Parque Minero Industrial y el funcionamiento del relleno sanitario Doña Juana, trayendo consigo crecimiento informal y no planificado que precariza los medios de vida de sus habitantes.
Características topográficas de Quiba y actividad económica predominante
En 1983 el Concejo de Bogotá delimita la nueva localidad de “Ciudad Bolívar” —con su respectiva Alcaldía Menor— y la incorpora al Distrito Especial a través del “Plan Ciudad Bolívar”, un paquete jurídico compuesto de los acuerdos 11 de 1983, 14 de 1983 y el posterior acuerdo 3 de 1986.
Dos años más tarde, en 1988 el alcalde de Bogotá, Andrés Pastrana Arango, inaugura el Relleno Sanitario Doña Juana en inmediaciones de Mochuelo Bajo —vereda de Ciudad Bolívar— con el objetivo de evacuar los residuos sólidos de la capital. Para estos años, el problema de urbanización informal en el territorio de la nueva localidad era bien conocido, “en 1990 tenía la mayor cantidad de personas de toda la ciudad: 213.519 (Torres Tovar 110)”
La topografía de la localidad consta de un 90% de terreno montañoso, dentro del cual existe una amplia zona de páramo. El 72% de la localidad es considerada zona rural. Su principal recurso hídrico es la cuenca del río Tunjuelo, que recibe varios afluentes tales como la quebrada Limas, Trompeta, La estrella y El infierno. Gracias a estas características, la actividad económica con respecto del uso del suelo que predominó durante varias décadas fue la agricultura. Algunos cultivos destacados en Quiba eran el trigo, la arveja, la papa y la cebada.
Las características topográficas también permiten otras actividades económicas como la minería y la extracción de arcilla y arena (Alcaldía de Ciudad Bolívar).
Extensión territorial y estructura ecológica de Ciudad Bolívar
En la actualidad la localidad tiene una extensión de 12.998,5 hectáreas, de las cuales 3.238,1 hectáreas son de suelo urbano, 9.608,4 hectáreas de suelo rural y 152,1 son suelo de expansión (POT 2020). Ciudad Bolívar cuenta con suelo de protección de zonas declaradas de alto riesgo por fenómeno de remoción en masa de alto riesgo no mitigable, áreas reservadas para la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales y áreas definidas para la expansión del Relleno Sanitario Doña Juana. Su estructura ecológica principal está conformada por los cerros, los parques urbanos y el área de manejo especial del valle aluvial del Río Bogotá.
La localidad también cuenta con 9,3 metros cuadrados de zonas verdes por habitante por debajo del promedio de la ciudad según reporte planeación Distrital. Así mismo, según jardín botánico, Ciudad Bolívar a 2017 contaba con 46.777 árboles dentro del perímetro urbano, sin embargo, tiene una densidad arbórea de 14,4 árboles por hectárea por debajo del promedio de la ciudad que es 33,5.
Leer más: DANE. DOCUMENTO INSUMO DEL PLAN DE DESARROLLO LOCAL DE CIUDAD BOLÍVAR –DIAGNÓSTICO (2017).
Deficiencias en la intervención estatal y sus consecuencias
Estas dinámicas formales e informales de asentamiento y crecimiento industrial, mantenidas durante la historia del territorio, responden a la ausencia del Estado, que en términos institucionales no generó presencia para contener o generar estrategias adecuadas de habitabilidad, donde su intervención se dio en procesos de mejoramiento a los barrios más vulnerables.
Sin embargo, estos se enmarcaron en lógicas desarrollistas, creyendo que el progreso del territorio es crecimiento en infraestructura e industria, acciones que tendieron a profundizar la segregación e inequidad, invisibilizando y dejando de lado el desarrollo social, humano y ambiental que priorizara en brindar mejores condiciones de vida a los habitantes de la localidad.
Declive de la cebada en Quiba
Génesis del cambio del uso de la tierra
En la memoria de Armando Bello, Jaime Meneses y Cecilia Bello existe el recuerdo de la época de la cebada. En las veredas de Quiba ―nacedero de la quebrada Limas―, Pasquilla y el actual barrio Jerusalén, abundaban los campos en donde se cosechaba el cereal desde tiempos de sus padres. Jaime Meneses, por su parte, se refiere a este tema en la época anterior a los años ochenta:
Yo nací en Ciudad Bolívar, mis papás también nacieron aquí, cuando yo era pequeño […] nos tocaba venir a deshierbar la alverja, sembrar el trigo y la cebada, […] aquí no había barrios en ese tiempo, nos tocaba hacer mercado hasta Tunjuelito, nos tocaba ir en burro porque por aquí no subía carro, porque no había carretera, eso sucede en 1966. (Meneses Jaime, 2022)
Esto lo pone de relieve con mayor precisión la “tabla 1”, en donde se muestra que, en los años 60 la cebada promediaba más de 100.000 toneladas de producción en toda Colombia, a comparación de las 20.000 toneladas que se produjeron en el año 2000 y 2010.

El principal cliente que compraba las cosechas de cebada a los agricultores de Ciudad Bolívar para uso doméstico colombiano era la empresa cervecera Bavaria S.A. La compañía hizo lo posible por asegurar el insumo, fomentando así el aumento de la superficie cultivada y los molinos alrededor de Bogotá a mediados del siglo XX (Ruiz Soto 58). Héctor parra, de la vereda de Pasquilla, recuerda que “Bavaria tenía sus compradores directamente, los costales los volcaban y pesaban el carro, le daban a uno la plata por las toneladas, allí sobraba” (2022). La producción de cebada fue rentable hasta los años setenta, cuando esta cubría más de la mitad del consumo interno.
Sin embargo, desde los años ochenta empezó a bajar la demanda de la cebada, Bavaria había comenzado a importa esta materia prima desde otros países argumentando que era de mejor calidad y más barata; las consecuencias se sintieron en Quiba más temprano que tarde. En Colombia, la economía se abrió al mercado mundial primero con timidez en 1986 y después con fuerza en 1990. La importación de cebada en los ochenta incrementó en 39.600 toneladas, y en los noventa aumentó en 116.100, como se aprecia en la tabla 1.
Fin de la cebada en Quiba

Economía abierta y deficiente política ambiental en Quiba desde los ochenta
El historiador económico Salomón Kalmanovitz sintetiza: desde 1975 el presidente López Michelsen introdujo elementos de libre mercado Para cerrar la brecha, en esto consistió su plan de desarrollo. El Plan Integral de Desarrollo de César Turbay favoreció la agroindustria. El Cambio con Equidad de Belisario Betancur no logró sus objetivos porque redujo el presupuesto del sector agropecuario y aumentó la importación de alimentos. Después, el gobierno de Virgilio Barco con el Plan de Economía Social procuró aumentar la producción agrícola según el sistema de precios que impusiera el mercado.
Consecuentemente se abrió la economía colombiana con César Gaviria, la reformó en 1990 con el Programa de internacionalización de la economía colombiana y modernización de su aparato productivo que eliminó unas de las pocas protecciones agrícolas que quedaban: control de importaciones y precios de cosechas. Finalmente, el gobierno de Ernesto Samper con El Salto Social convino con industriales y agricultores permitir importaciones a cambio de comprar la cosecha nacional (Kalmanovitz y López 9).
El impacto de las políticas agrícolas en las comunidades campesinas: Quiba
El propósito del anterior recuento de los planes de gobierno en materia económica es mencionar su política agrícola. Además, sirve para perfilar el “abandono gubernamental” que afirma el ex ministro de agricultura Gabriel Rosas Vega ―gobierno Barco― en un testimonio (Rosas Vega 110) en el que pondera la forma de tomar decisiones sobre la apertura de 1990 y la política ambiental de los años ochenta.
Para el exministro, la toma de decisiones y gestión de la política agrícola no era la mejor:
Un documento tan complejo y amplio como el de la apertura [CONPES 1990], se debió leer en una hora y en una hora tomar las decisiones. Siempre estuve en contra de esa situación, porque eran decisiones previamente tomadas por dos o tres funcionarios y los demás eran unos invitados. […], adicionado con la debilidad técnica del Ministerio de Agricultura. (Rosas Vega 105)
El Consejo Nacional de Política Económica y Social (CONPES) discutió fugazmente sobre la apertura, la decisión ya estaba tomada por parte del Ministerio de Hacienda y el Departamento Nacional de Planeación (DNP), de igual forma dirimió el Consejo de Ministros (Rosas Vega 106).
Por otra parte, la ejecución de la política ambiental tampoco destacaba por su brillantez. El Estado no se preocupó realmente por el medio ambiente sino hasta que creó el Ministerio del Medio Ambiente con la Ley 99 de 1993. Antes, la entidad encargada desde 1968 era el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (INDERENA). Pero según Rosas, el INDERENA fue un instituto incapaz por su reducido presupuesto e incapacidad de gestión (Rosas Vega 109).
Sobre la gestión ambiental del INDERENA en los ochenta, Rosas sostiene que “[…] había una concepción absurda y es que el problema del medio ambiente era un problema de agricultura. No, es un problema mucho más amplio que eso. Es la conservación y explotación de los recursos naturales y […] no era la entidad indicada para hacer ese gran trabajo” (Rosas Vega 107) Pero la consultora independiente Margarita Ruiz sostiene lo contrario sobre la concepción medioambiental: “había girado exclusivamente en torno a los problemas de la contaminación del agua y el aire; la pérdida de cobertura arbórea; las licencias ambientales, etcétera” (Ruiz Soto 67).
Mas Ruiz concuerda con Rosas sobre un punto específico y crucial para la gente campesina ―como la de Quiba y Pasquilla―, la gestión ambiental se hizo “[…] sin que el suelo agrícola y la cultura agropecuaria entraran en su horizonte” (Ruiz Soto 67):
[…] echo de menos el papel de los gremios y de las organizaciones campesinas que son invitadas de piedra en este proceso. […] La cultura de los campesinos debe ser tenida en cuenta y reconocer sus virtudes porque ellos no son tan ineficientes como se les supone, si son capaces de producir el 60% de los alimentos que requiere el país y mantener reservas a pesar del abandono gubernamental. (Rosas Vega 110)
De haberse hecho distinta la política agropecuaria en los años ochenta y noventa, el problema de la venta de cebada en la zona rural de la actual Ciudad Bolívar pudiera haber tenido un trato distinto al del “abandono gubernamental” que señala el exministro. Lo anterior aplica también para el resto de las cementeras campesinas que competían con productos importados. ¿Qué pasó con los sembrados de arveja, cebolla, papa y trigo que menciona la historia de la Alcaldía local y que también recuerda Jaime Meneses? ¿Desaparecieron o sobrevivieron en forma de pequeñas huertas familiares solo para el autoconsumo? El gobierno lanzó sin pudor al agro por el abismo del libre mercado mundial.
Si no hay cebada, ¿para qué la tierra?
Ahora está claro por qué en las dos últimas décadas del siglo XX no había condiciones favorables para que los campesinos de Quiba, Pasquilla y Jerusalén tuvieran el cultivo de cebada en su horizonte de actividades económicas: no era rentable por el abandono gubernamental. Consecuentemente, las tierras y los campesinos quedaron en el limbo sin ejercer su profesión tradicional, la que les heredaron sus tatarabuelos desde la década de los 30.
En cambio, Bavaria prosperó por las lógicas del libre mercado ya que la industria cervecera es un bien no transable, es decir, un producto que solo se consume en el mismo país donde se produce y que no tiene competencia significativa, a ese beneficio (Misas Arango 42) debe sumarse la compra de cebada barata. ¿Por qué no hubo voluntad política para proteger la producción nacional de cebada? ¿intereses particulares habrán presionado en las oficinas donde se ejercía el poder? La respuesta está fuera del alcance de esta investigación, pero la pregunta es sugestiva.
En contraste, Cecilia Bello —de Quiba—, recapitula ese punto de quiebre en el que ella y su familia dejaron de lado las labores del campo a cambio de la minería, pues esta sí era rentable, al menos para cubrir las necesidades básicas. “Cuando se terminó lo de la cebada y eso, ya tocaba vender los bultos de arena, en ese tiempo era volqueta sencilla, la cargamos nosotros a par y ahí era donde había plata, porque de donde más” (2022). Se asume, entonces, que ningún otro cultivo (trigo, papa, arveja) ni ganado (carne o leche) era rentable para reemplazar la cebada. De haber existido, seguro la familia de Cecilia se hubiera dedicado a ello sin abandonar su trabajo campesino.
Con la desaparición de la cebada del paisaje rural llegó el cambio del uso tradicional campesino sobre la tierra, que impactó negativamente el medio ambiente de manera progresiva desde los años ochenta hasta el presente, esencialmente por la urbanización y la minería. A continuación, se cerrará esta exploración investigativa con la definición del “uso de la tierra” y se ejemplificará su cambio en tres casos que implican perjuicio ambiental. Lo anterior para entender mejor las consecuencias de la política económica que sepultó la agricultura en Ciudad Bolívar.
“Uso de la tierra” y cambios con perjuicio ambiental
Sobre el “uso de la tierra” y el “cambio de uso de la tierra” se usarán las definiciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). Uso de la tierra: “denota el conjunto de disposiciones, actividades e insumos (conjunto de actividades humanas) adoptados para cierto tipo de cubierta terrestre.
Este término se utiliza también en el sentido de los fines sociales y económicos que persigue la gestión de la tierra (p. ej., pastoreo, extracción, conservación y viviendas urbanas)” (IPCC 22). Cambio de uso de la tierra: “El cambio de uso de la tierra implica un cambio de una categoría de uso de la tierra a otra” (IPCC 6)7 con fines de producción, modificación o mantenimiento.
Para otras definiciones aumentativas, navegar: «PORTAL TERMINOLÓGICO DE LA FAO | Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura»
Se asume que la apertura económica tuvo como consecuencia indirecta la baja de precios de la tierra usada para el cultivo de cebada en territorios como Quiba. Si la tierra era improductiva y no contribuía a suplir las necesidades económicas campesinas, entonces había que venderla. La venta de tierra precedió el cambio de su uso a nuevas actividades: pecuarias, industriales, mineras y de vivienda urbana.
Nota: Para corroborar la suposición sería bueno analizar una serie de precios de la tierra en la zona durante los años 80 y 90. Los campesinos aparentemente habrían vendido la tierra para sostenerse económicamente a falta de compradores de cebada, mantener ganado por robos, y sembrar hortalizas con cereales sin seguridad de buenos precios de venta.
En primer lugar, los pobladores de la localidad cuentan que explotaron artesanalmente caolín, carbón, arenas y arcilla (Soja 187) sin ninguna regulación ambiental del Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (INDERENA). El perjuicio ambiental especial de la minería de construcción ya estaba reconocido por la Resolución 222 de 1994, que consideraba esa actividad la de mayor impacto ecológico (Ministerio del Medio Ambiente 2) entre las explotaciones mineras de la sabana (incluida Bogotá).
En segundo lugar, la urbanización autoconstruida ―formal o informal― es característica en Ciudad Bolívar desde antes de su creación como localidad, antiguas zonas agrícolas cambiaron su uso por el de vivienda. Miguel Ladino, de Quiba, rememora lo que fueron los actuales barrios Lucero bajo y La estrella en la década de los ochenta:
“El dueño de una buena cantidad de terrenos pues, decidió lotear, y ahí fue cuando comenzaron a urbanizar, las calles eran destapadas y las alcantarillas eran la misma calle, zanjas. […] pues la escuela, le tocaba a uno para ir a estudiar pasar por encima de todo ese mierdero, las aguas negras, los caños que quedan ahí por él Juan Bosco. Ahí si fue que inició el deterioro del agua, la contaminación por los asentamientos, por la ladrillera y todo eso” (Ladino Miguel, 2022).
También, en la década de los noventa prosiguió la urbanización, pero en este caso informal ―llamada ilegal o de invasión―, este uso de la tierra se expandió en 186 hectáreas por año entre 1996 y 1999 en Ciudad Bolívar (Torres Tovar 108) junto con otras zonas de la ciudad. Lo relatado por Miguel también aplica para los demás barrios informales, no había alcantarillado así que los residuos generalmente terminaban en las quebradas.
En tercer lugar, en el cebadal de La Juana en Pasquilla se construyó el Relleno Sanitario Doña Juana (RSDJ), en 1988, para prestar el servicio de depósito de residuos a la urbe. Héctor Parra, de Pasquilla, sentencia que “gracias al señor presidente Belisario Betancur, quien nos dejó ese recuerdo tan negro, ahí se perdieron muchas agriculturas ricas, se sacaba cebada deliciosa de esa tierra” (2022). Para el historiador ambiental Frank Molano, el RSDJ produjo un paisaje tóxico ―con residuos peligrosos― que devoró las tierras adyacentes de agricultura campesina (Molano Camargo 3).
Conclusiones
Como recapitulación, más de la mitad del territorio de Ciudad Bolívar es rural, buena parte de su área urbana es autoconstruida, y tiene riquezas minerales explotadas desde hace décadas. El uso de la tierra agrícola cambió en las zonas de frontera con la urbe y la industria minera especialmente desde la década de 1980 a causa de la apertura económica y la migración del campo a la ciudad potenciada por el conflicto armado interno. Se acabaron los sembradíos de cebada, trigo, papa y todo lo que antes se comercializaba para sostener la familia. En este documento se han citado apenas unos ejemplos ilustrativos de la situación local, pero la cantidad de vulneraciones ambientales en su historia es enorme, un estudio exhaustivo arrojaría insumos importantes para futuras formulaciones de políticas públicas.
La insatisfactoria planeación de las entidades públicas encargadas del agro y el medio ambiente han permitido de manera indirecta que el cambio de uso de la tierra perjudique el ambiente. Además, ha sido un ataque de frente contra la soberanía alimentaria (La Vía Campesina) de la Bogotá, porque se le quitó el derecho sobre la decisión de qué consumir y cultivar a la población en general. Antes se alimentaban con cebada, trigo, papa, leche, etc. en cantidades necesarias, tenían la potestad de decidir sobre su alimentación, enseñaban la tradición del trabajo de la tierra de generación en generación, pero Bavaria S.A. y la insatisfactoria gestión pública económica y ambiental les obligó a trabajar en otras actividades para ganar dinero y gastarlo comprando alimentos importados. La gente campesina no decidió cambiar el azadón por la mina, ni vender la tierra antes cosechada, ni dejar de comercializar sus productos, ni abandonar su alimento orgánico, la obligaron: le arrebataron su soberanía sobre la tierra.
Créditos
Coordinación: Cesar Fabián Vargas Fernández
Entrevistas: Cesar Fabián Vargas Fernández
Andrea Vanessa Ruiz Viloria
Investigación y textos: Nicolás Esteban Arias Barahona
Danna Morales Wilches
Revisión y modificación: Cesar Fabián Vargas Fernández
Ilustraciones: Angélica Viviana Ramírez Rocha
Entrevistas
Ladino, Miguel. Vereda Quiba. Entrevistado por Cesar Fabián Vargas Fernández y Andrea Vanessa Ruiz Viloria, Audio digital y transcripción escrita. Participante en el proceso de investigación en campo del libro Recordar el Tiempo: Memorias de Ciudad Bolívar., 13 de enero de 2022.
Meneses, Jaime. Barrio Jerusalén. Entrevistado por Cesar Fabián Vargas Fernández y Andrea Vanessa Ruiz Viloria, Audio digital y transcripción escrita. Participante en el proceso de investigación en campo del libro Recordar el Tiempo: Memorias de Ciudad Bolívar., 24 de enero de 2022.
Bello, Armando. Vereda Quiba. Entrevistado por Cesar Fabián Vargas Fernández y Andrea Vanessa Ruiz Viloria, Audio digital y transcripción escrita. Participante en el proceso de investigación en campo del libro Recordar el Tiempo: Memorias de Ciudad Bolívar., 13 de enero de 2022.
Bello, Cecilia. Vereda Quiba. Entrevistado por Cesar Fabián Vargas Fernández y Andrea Vanessa Ruiz Viloria, Audio digital y transcripción escrita. Participante en el proceso de investigación en campo del libro Recordar el Tiempo: Memorias de Ciudad Bolívar., 13 de enero de 2022.
Bello, Nelson. Vereda Quiba. Entrevistado por Cesar Fabián Vargas Fernández y Andrea Vanessa Ruiz Viloria, Audio digital y transcripción escrita. Participante en el proceso de investigación en campo del libro Recordar el Tiempo: Memorias de Ciudad Bolívar., 13 de enero de 2022.
Parra, Héctor. Vereda Pasquilla. Entrevistado por Cesar Fabián Vargas Fernández y Andrea Vanessa Ruiz Viloria, Audio digital y transcripción escrita. Participante en el proceso de investigación en campo del libro Recordar el Tiempo: Memorias de Ciudad Bolívar., 23 de enero de 2022.
Bibliografía
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Kalmanovitz, Salomón, y Enrique López. «La Agricultura En Colombia Entre 1950 y 2000». Borradores de Economía, 255, Banco de la República de Colombia, agosto de 2003. ideas.repec.org, https://ideas.repec.org/p/bdr/borrec/255.html.
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Alicia Hernandez Gomez; Rosario Roble Rojas; Fabio Vladimir Sanchez Calderon.271Cambios en el uso del suelo asociados a la expansión urbana y la planeación en el corregimiento de Pasquilla, zona rural de Bogotá (Colombia). CUADERNOS DE GEOGRAFÍA | REVISTA COLOMBIANA DE GEOGRAFÍA | Vol. 22, n.º 2, jul.-dic. del 2013 | ISSN 0121-215X (impreso)· 2256-5442 (en línea) | BOGOTÁ, COLOMBIA| PP. 257-271
DANE. DOCUMENTO INSUMO DEL PLAN DE DESARROLLO LOCAL DE CIUDAD BOLÍVAR –DIAGNÓSTICO (2017).